El avance de la revolución tecnológica y su consecuente fenómeno de la globalización o mundialización de la economía, las finanzas, el comercio y poco a poco la política (como el fenómeno del combate incierto del terrorismo) nos lleva a cuestiones más profundas que alcanzan a modificar la cultura de los pueblos.
Estamos construyendo un hombre máquina a modo de los robots, con jóvenes pegados a la pantalla del Internet, inmóviles, librando batallas virtuales en los juegos electrónicos que deforman despiadadamente sus mentes, volviéndolas a un pasado de violencia, droga y criminalidad.
En muchos centros educativos de los llamados países desarrollados, se está borrando de la currícula la filosofía y la cristiandad. Lo están haciendo así, aquellos dominados por un materialismo pragmático, que conduce a la anulación de la persona humana, sólo dominada por el lucro y el ocio.
¿No quieren que el hombre piense?.
¿Qué sólo exista para obedecer los designios de los poderosos, sedientos de poder por el poder mismo?.
La filosofía, como la ética son asignaturas transversales que molestan a ciertos poderes y gobernantes hegemónicos, que prefieren tener súbditos y no ciudadanos.
Necesitamos más ciudadanos y más ciudadanía, considerada como base y fuente de virtudes político-democráticas, autora de reflexiones argumentadas, pensamiento crítico e innovación constructiva.
Los gobernantes deben pensar y reflexionar para sus mandantes y no al revés, como está ocurriendo en muchos lugares del mundo.
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